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1 de junio de 2012

Carta de despedida a mis alumnos de 2º de Bachillerato


Si por un instante Dios se olvidara de que soy un simple profesor de castellano y, me regalara un trozo más de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo; daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría, cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y cómo disfrutaría de una buena cerveza.
Si Dios me obsequiara un trozo más de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño un poema de Miguel Hernández, y una canción de Iron Maiden sería la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío, si yo tuviera un trozo más de vida... No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del camino, del respeto, de la educación...
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de vosotros, durante estos años...
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido, llamémosle "alumno", aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, llamémosle "profesor", lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de vosotros... pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guardéis dentro de esa mochila, cuando dejéis mi clase, infelizmente me estaré muriendo. Pero no desesperéis, afortunadamente el tiempo es cíclico y aunque no será ya lo mismo, seguiré al pie del cañón aprendiendo de vosotros, si me lo permiten.
Quiero que sepáis que he disfrutado mucho en clase. Quiero que sepáis que, mientras el Alzheimer me lo permita, nunca os olvidaré. Seguid aprendiendo y seguid siendo buenas personas.
Juan José Gavilán Carbonell - Profesor

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